CARMEN SÁNCHEZ CARREÑO,
HIJA DE JOSÉ SÁNCHEZ CASTILLO.
GRABADAS DURANTE EL OTOÑO DEL 2008 POR SU HIJO
MANUEL MIGUEL MATEO SÁNCHEZ.
Advertencia a los lectores:
Estos son, ni más ni menos, que los recuerdos de una niña de nueve años contados por ella misma setenta y dos años después, es pues un relato en el que la memoria juega un papel importante, la niñez y la vejez son los momentos en los que nuestra memoria es más frágil, pero como alguien, acertadamente dijo: “La memoria es el corazón del hombre”.
Pregunta - Entonces, de la noche a la mañana todo cambia… pero pienso que habría gentes que no, que aunque que a lo mejor no pueden saludarte… pero si te echan una mano, y a la familia vuestra alguna os la echaron. ¿O no? Cuando me contabas que fueron a buscarte, a buscaros para daros los jabones…
Respuesta - Pero eso fue a la tita, sí, sí, porque Espadafor colocó a mi hermana en la fábrica de gaseosas, para lavar las botellas, pero… cómo mi hermana era… así… tan vergonzosa.
P- ¿La tita Lola?
R- Si, la tita Lola… pues pasaba muy malos ratos, porque le daban bromas y ella nunca había salido a la calle a trabajar… mi prima y yo teníamos que traer el agua de la calle… que antes nos la traían a la casa… y teníamos que ir con los cántaros a la fuente a por el agua, y escuchábamos: “¡Mira, mira tú! ¡Ves, mira, a por el agua a la fuente!... y claro, yo era chica, pero me daba cuenta.
P- ¿Y por qué lo del agua?
R- Pues, porque no había agua en la casa, sólo había agua para gastar para fregar y todo eso, pero agua para beber…
P- ¿Pero antes si teníais?
R- Teníamos porque venían y nos la traían, y ahora teníamos que ir nosotros.
P- Claro, eso era una afrenta ¿Y cómo esas?
R- ¡Cómo esas muchas!, la tita decía: “Yo no voy, yo no voy, yo no voy a por agua ¿Yo con el cántaro en la cadera? ¡Yo no voy a por agua!” y decía mi madre: “Pues yo si que no voy que soy tu madre, tienes que ir a por agua” y claro… mi prima y yo las pobres… íbamos las niñas… Al final, íbamos mi prima y yo, mi prima tenía tres años más que yo y yo tenía nueve años, y yo decía: “¡Con razón me duele aquí!... claro, con el cántaro en la cadera, que ¡Desde el Puente de la Virgen a Las Eras, a la calle… ahí donde está… donde vivían los primos de niños!, pues ¡Fíjate tú si había trecho! Y a lavar, venía una mujer a lavar a la casa, y después lavábamos mi prima y yo, y me acuerdo que un día, ya que teníamos los calcetines lavados, los calcetines míos y de mi prima y medias de mi hermana y de mi madre, y ya que los teníamos lavados ¡Cogí los calcetines y los tiré por la acequia abajo! Mi prima chillaba: “¡Ay! ¡Que no tenemos otros que ponernos! Y yo le decía: “¡Que no quiero calcetines negros! ¡Que no quiero calcetines negros! Jajá jajá…
P- ¿Por el luto?
R- ¡Claro!, jajá jajá… y me acuerdo que se metió la pobretica de mi prima por la acequia abajo buscando los calcetines y las medias, y todas las mujeres que había allí lavando mirando a las dos chiquillas, mirando lo que traíamos liado, ¡Porque yo no quería calcetines negros! ¡Me descomponía yo de verme con los calcetines negros! Y luego ¡Hasta las primeras medias me las puse negras!
P- ¿Y de qué más cosas cómo esas te acuerdas? De que te hicieran el feo, o que de pronto cambiara la gente con vosotras.
R- Pues cambiaron de la noche a la mañana, yo tenía mi íntima amiga… que era Maruja Sánchez Diezma, que vivíamos así… el Ayuntamiento por medio y la farmacia aquí… D. Guillermo, que era el padre… y de la noche a la mañana… pues ibas al colegio, te sentabas en el pupitre, y mirabas para un lado y mirabas para el otro… y te encontrabas sola… que no te encontrabas a nadie…
P- ¿Y ese hombre era el farmacéutico?... que supongo era una persona culta…
R- Y en mi casa, pues ya te digo, yo creo que tendría que haber máquina de escribir, yo no me acuerdo bien, pero tendría que haber porque a mi casa venía la gente para que les escribiera mi padre cosas a máquina… tendría que haberla, es que no me acuerdo, no me acuerdo. De la radio sí, porque estaba yo delante cuando vinieron a llevársela, y alcanzaron todos los cuadros, nos tiraron todos los cuadros abajo y les levantaron las puntillas para ver si entre las láminas de los cuadros y los cartones había algo escondido, a ver si había algunos papeles. De eso si me acuerdo, ¡Vaya! ¡Cierro los ojos y es cómo si lo estuviera viendo ahora!
P- Claro mamá, porque eso impresiona a una niña, eso impresiona…
R- De ver todos los cuadros por allí tirados, que mi madre tenía muchos cuadros de santos, era la casa llena… de esos cuadros grandes de: San Antonio, de la Virgen del Carmen, de la Inmaculada, de San Pascual… ¡La casa llena de santos!
P- ¿Y también el de Pablo Iglesias?
R- También tenía mi padre de Pablo Iglesias… y… quemar mi madre… papeles… y quemar cosas… en el patio de la casa, en un caldero de… de esos de zinc, que eran los calderos que entonces había… ¡Allí sí vi yo quemar…! ¡De eso si me acuerdo yo! El padre de los primos y mi madre quemando de noche papeles en el caldero…
P- ¿Papeles? ¿Libros?
R- Yo recuerdo papeles, de eso si me acuerdo… porque… cómo a mi me echaban…
P- ¿Pero eso fue mientras el abuelo estaba ya en la cárcel? ¿O después de haberlo…?
R- Después, después. Porque cómo a mi me echaban… “¡Niña! ¡Que te vayas para allá, que tú no tienes aquí nada que ver!... Pero cómo me gustaba mucho escuchar y enterarme de las cosas… Pues yo me asomaba a una ventana que daba al patio y los veía a los dos allí quemando cosas… papeles de mi padre… se liaron y lo quemaron todo… porque daba miedo, además mi hermano estaba aquí de soldado, en Granada… y era muy comprometido, él hizo su mili en Sevilla, pero cuando la guerra lo volvieron otra vez a recoger y estuvo otra vez de soldado, entonces por lo menos se hacían dos años de mili, pero luego lo llamaron otra vez.
P- ¿Y amigos del abuelo que después vinieran…?
R- A la casa no vino nadie.
P- ¿Nadie?
R- Nadie… no.
P- ¿Y antes de que lo mataran? ¿Mientras que estaba en la cárcel?
R- Antes sí cuando estaba en… que se fue a la sierra sí…cuando se fue a la sierra sí venían amigos…
P- ¿Compañeros del trabajo?
R- No, del trabajo no
P- … ¿Amigos de él?
R- Vinieron dos, uno… un tal Zamorano y otro un tal Manolito…
P- ¿Manolito? ¿Te acuerdas del apellido?
R- No, Manolito y Zamorano, le decían: “Que te vengas hombre, que te vengas, que te vengas, que no sea usted tonto Sánchez”… que le decían de usted “Que no sea usted tonto Sánchez, si usted no ha hecho nada, lo único: que ha faltado al trabajo, que lo único es que está denunciado porque ha faltado usted al trabajo”… y el abuelo decía: “¡Es que no estoy de acuerdo! ¡Y cómo no estoy de acuerdo!”… y faltó al trabajo, y la denuncia fue por eso: por faltar al trabajo, pero ¡Cómo eran los que se querían quedar con el puesto que iba a ocupar mi padre! Pero que ya te digo… que… que lo pasamos muy mal, muy mal… ¡Yo lo pasé muy mal!... porque… eran amigas… la Virginia Sánchez Osuna, que es la tía del que hace ahora los nacimientos en Pinos Puente.
P- ¿El que hace los nacimientos?
R- Si, un belén muy grande que se mueve…
P- ¿Y cómo os organizasteis mamá, cuando el abuelo ya no estaba? Porque… ¿la comida, por lo que hemos visto en esas listas que hacía el abuelo, la compra del diario, la pedía él y os la llevaban a la casa? ¿Qué era una tienda? ¿Un almacén?
R- Una tienda, Los López, unos amigos de mi padre.
P- ¿Eran amigos del abuelo? ¿Te acuerdas del nombre?
R- No… ¿Pepe López…? ¿Antonio López, Manolo López? Todos tenían tiendas de comestibles en el pueblo.
P- Entonces allí era donde comprabais, esas listas son… allí lo encargaba el abuelo.
R- Iba mi padre y les llevaba la lista.
P- ¿Y cuándo el abuelo ya no estuvo?
R- Pues cuando el abuelo ya no estaba, lo poco que había en la casa se fue gastando… íbamos al perreteo de todas las mañanas, decía mi madre: “Mira niña, tráete medio kilo de papas, un cuarto litro de aceite… y así…
P- ¿Pero por qué? ¿Por qué ya no teníais dinero o por qué no os lo daban?
R- Porque ya no había dinero y ¡Quien iba a sacar cosas para luego no pagarlas!
P- Y en aquella época bancos… ¿El dinero en la casa? ¿No?
R- En la casa, lo poco que había se gastó y gracias a que los tíos del primo, el tío Miguel y el tío Pepe que estaban en Córdoba, cómo sabían que nosotros hacíamos matanza todos los años, pues nos hicieron una matanza ellos, nos la mandaron ya hecha embutidos, los jamones, el tocino… ¡Se portaron muy bien!
P- ¿Entonces aguantasteis ese invierno?
R- Ese invierno ya lo pasamos más mejor… luego ya la tita se colocó en la fábrica de gaseosas, yo hacía calcetines para los soldados.
P- ¿Hacías calcetines? Eso no me lo habías dicho ¿Cómo?
R- De punto, me hacía todas las tardes, cuando venía del colegio al medio día me hacía uno y por la noche me hacía otro y eran a un real o no se cuento que me lo pagaban, o te daban huevos…
P- Y eso ¿con qué edad era?
R- ¡Con diez años! Hacía calcetines, y luego cuando nos vinimos ya aquí a Graná pues las tías de mi prima cosían ropa para los soldados y a mí se me ha dado siempre muy bien hacer los ojales… desde niña.
P- ¡Porque has hecho muchos!
R- … muchos.
P- ¡Me imagino! ¡Porque uno no nace sabiendo hacer ojales!
R- Porque hacía vestiditos para las muñecas de las niñas y se los vendía.
P- ¡Ah! ¡Acabáramos! ¡Entonces sí!
R- ¡Pero eso desde que tenía ocho años! Y claro, vosotros no lo sabéis, pero antes los soldados llevaban unas polainas muy estrechas con muchos botones… y cuando salía del colegio ahí en Las Tablas… pues tendría… pues diez años, si… diez años, me iba yo a casa de la tía de mi prima que cosía para los soldados, ropa para los soldados en la Calle Mesones, que era donde íbamos a entregarla, y por las tardes le hacía yo los ojales a las polainas ¡Fíjate tú con lo que hacíamos los ojales de las polainas!, que nos daban las tiras de recortar las telas, que eran montones y montones de ropas de soldados, pues nos daban las tiras, y después de ahí sacábamos hilos y con ese hilo hacíamos los ojales, que era hilo del mismo color.
P- ¿Pero la tela de la ropa de los soldados es muy dura?
R- Una tela ¡Durísima! ¡Que te hacías las manos polvo para sacar el hilo y hacer los ojales!
P- Porque sería loneta de esa que aguanta muchos lavados.
R- Y al final, hacía yo una pila de polainas todas las tardes antes de irme a mi casa, salía del colegio y me iba directa allí.
P- ¿Dónde es allí?
R- A la Calle Fuentenueva que es donde… donde vivía la abuela de mi prima.
P- ¡Ah! Allí hacías las polainas y luego te ibas a tu casa.
R- … y hacía calcetines…
P- Otra fuente de ingresos…
R- Claro, porque cada una arrimábamos en lo que podíamos, mi madre la pobretica no salía a la calle.
P- ¿Por qué?
R- Porque no queríamos nosotras… con cuarenta y ocho o cuarenta y nueve años…
P- Yo te preguntaba, porque… salir a trabajar, entiendo que no saliera, pero salir a la calle a otra cosa…
R- Tampoco, nada, nada, nada.
P- Eso es lo que te preguntaba, te preguntaba por eso, lo de salir a trabajar entendía que no.
R- Nada, bajó las persianas y se secaron las macetas, no salía ni al balcón ni a regar las macetas… echó las persianas y las persianas no se levantaban.
P- ¿Pero ni siquiera a la calle para ir a misa?
R- Nada.
P- Porque me dijiste que los domingos iba a misa. ¿Ya no fue nunca más a misa?
R- Nada, nada, nada
P- ¿Nunca más?
R- Hasta que nos vinimos a Graná, en Graná si.
P- Pero, ¿Nunca más en el pueblo?
R- No.
P- ¿Ni una sola vez?
R- Ni una sola vez. Por eso, porque cómo lo estábamos pasando tan mal y de todas formas nos teníamos que buscar la vida de alguna forma… pues por eso fue venirnos a Graná, buscó mi hermano esa casa que pagábamos veinticuatro duros.
P- ¿Veinticuatro duros?
R- Sí… ¿Ciento veinte pesetas?
P- No sé, pero creo que sí… ciento veinte pesetas.
R- Y ya está, y así fuimos levantando cabeza
P- ¿Era mucho dinero?
R- Si… veinticuatro duros… pero estábamos en el centro de Graná, íbamos a todos los sitios andando… bueno… antes se iba siempre a todos los sitios andando. Y el padre de los primos los llevó al Albayzin… porque le gustaba mucho, a mí también
P- ¿Y de salud? ¿Cómo estaba la abuela de salud?
R- La abuela bien, la abuela no había ido nunca al médico hasta que se murió.
P- Y después de faltar el abuelo, durante ese tiempo más malo ¿Te acuerdas que estuviese enferma?
R- Nada, bueno… ella siempre había padecido de los riñones, yo me acuerdo que… ¿Qué es eso que le dan a las gallinas para darle calor? ¡Molluelo!... Molluelo.
P- ¿El molluelo qué es?
R- Pues lo que ahora está de moda ¡El pan integral! Jajá jajá.
P- ¡Ah! ¡La fibra! ¿El salvado?
R- Eso es lo que se le daba… me acuerdo yo de ver a mi padre y a mi madre, que hacían la masa aquella con agua caliente, cáscaras de patatas cocidas… y el molluelo y hacían masa y eso se lo ponían a las gallinas y ¡Ponían unos huevos!, porque dicen que les daba mucho calorcito… que ponían mucho, porque teníamos gallinas.
P- Pero ¿Por qué ha salido lo del molluelo y la abuela?
R- Porque cuando… cómo padecía mucho del… lumbago… de la espalda.
P- De los riñones has dicho antes.
R- ¡Eso, de los riñones! Y le dijo el médico, D. Felipe
P- ¡Te acuerdas de todos los nombres! ¿D. Felipe… que más?
R- D. Felipe Fajardo, ese era el médico.
P- ¿El médico del pueblo? ¿De Pinos Puente? ¿Sabes algo más de él?
R- No, sólo que era un hombre muy alto…
P- Pero te acuerdas de todo con nombres y apellidos ¡No todo el mundo es capaz! Te has acordado: Del médico, del farmacéutico…
R- Y resulta que le dijo: “Mira, haz bolsas, haz unas bolsas de tela, de lienzo, y coges y haces el molluelo con agua calentita, pero sin cáscara de patata, nada más que el molluelo, y calentito lo metes en las bolsas y te las pones”, y me acuerdo yo de ver a mi madre sentada así en la mercedora… porque entonces no había sofás, era las mercedoras… y me acuerdo de ella sentada con las bolsas de molluelo dándole calor en los riñones, porque… entonces no había bolsas de agua caliente, y luego ¡Fíjate! Murió de los riñones, pero ella… nunca… la primera vez que fue al médico fue cuando le detectaron lo del riñón, con sesenta y tantos años.
P- ¿Y vosotros… de niños?
R- Yo sí, yo sí era muy aplacada, yo siempre estaba con los Parches Sor Virginia que me llegaban hasta aquí… Jajá jaja.
P- ¿Los Parches Sor Virginia? ¿Qué eran?
R- Porque me resfriaba mucho de los bronquios… tuve pulmonía…
P- ¿Era cómo el Vicks VapoRub?
R- Eran unos parches colorados que me ponía mi madre, yo cuando iba al colegio me los escondía para dentro y luego cuando llegaba a la casa me los ponía más afuera… Yo me resfriaba mucho, yo siempre estaba resfriada, me ponían inyecciones, que venía… este… Paquito Rodríguez que era amigo de mi hermano, que era practicante y venía a ponerme las inyecciones a la casa.
P- Entonces, tuvisteis las enfermedades normales de los niños.
R- Las normales.
P- Es que durante la guerra, y en la posguerra hubo muchas epidemias y enfermedades, por la falta de comida, de higiene…
R- Bueno, a la tita Lola le dio el piojo verde, estando ya en la Calle Elvira.
P- ¿El piojo verde qué era?
R- Pues unas fiebres muy grandes, muy grandes, muy grandes…
P- ¿Qué era? ¿Cómo la sarna? ¿Tú te acuerdas?
R- Fiebres, unas fiebres… la mujer de Emilio… el del Bar Montañés, enfrente de la casa, pues a la pobre mujer le dieron esas fiebres, llamaron al médico, el médico enseguida denunció que era piojo verde, se la llevaron a San Lázaro… y allí se murió. Dicen que les daban unos baños de agua fría, ¿Sería para bajarle aquellas fiebres tan grandes? Y cómo entonces los colchones eran de lana y los somieres eran de lata… que no es cómo ahora, yo me acuerdo de la tita, que el sudor le calaba al somier y se enmohecieron los colchones… de las fiebres tan grandes que tuvo… ¡Pues ahí estuve yo y ahí estuvo mi madre… y estuvimos todos con ella, cuidándola, poniéndole paños de agua fría! No llamamos al médico…
P- ¿Callados, para que nadie supiera nada?
R- Sí porque era como el tifus, que se pegaba…
P- ¿Y cómo sabes tú que era el piojo verde? ¿Fue algún médico a verla?
R- Porque… porque decían: “¡Ay, la fulanica se ha muerto del piojo verde! ¡A la otra se la han llevado a San Lázaro! En seguida se los llevaban, porque era infeccioso, era contagioso, y entonces dijo mi madre: “¡Aquí no hay nadie malo! Jajá jajá… ¡Pues nadie malo! Nos turnábamos para ponerle paños de agua fría, para que le bajara aquella fiebre, no había ni termómetros ni nada, eran sólo… aquellos sudores, que era… que tenías que estar quitándole la ropa a cada instante, porque era… empapada en sudor, el pelo… todo… se le cayó casi el pelo un poco, era ¡El piojo verde que le decían!
P- ¿Y nadie lo pilló más?
R- No
P- ¿Y cuanto tiempo estuvo la tita con eso?
R- Por lo menos siete u ocho días con aquellas fiebres, y no lo pilló ninguno más, ni mi madre ni yo. A mí es que no me gusta hablar de enfermedades, pero yo… yo pillé una anemia muy grande, con nueve años… me bajó la regla.
P- ¿Con nueve años? ¿Es muy pronto? ¿No?
R- Con nueve años, ahora parece que la tienen más tarde, pero antes se tenía más pronto, yo no sabía lo que era…
P- Te preguntaba porque me parecía pronto y leí en algún sitio, que un suceso emocional violento puede desencadenar que le baje la regla antes a una mujer.
R- Bueno… fue después de morir mi padre desde luego… Si.
P- ¿Seguro?
R- Si, seguro… vivíamos en Pinos Puente… y yo me asusté…
P- Entonces… el abuelo murió en verano y a ti te vino la regla… ¿Por aquel invierno?
R- A lo mejor por aquel invierno, pero… entonces resulta que yo, como no sabía nada… me dijo mi hermana: “Eso es un grano que se te ha reventado” Jajá, jajá. Y claro, yo asustada, ella me ponía… esto… pañitos de esos… bueno, no eran ni pañitos, porque eran trozos de sábanas viejas, les hacía mi madre los dobladillos y luego las lavaban, yo me acuerdo de ver todo aquello, tendido puesto al sol, de mi madre y de mi hermana, y claro, yo antes no sabía para lo que era, y luego ya… eso fue el primer mes, pero al segundo dije: “¡Ay, Lola! ¡Que se me ha roto otra vez! ¡Que se me ha reventado otra vez el grano! Y ya me dijo mi hermana: “¡Mira, que no es ni grano ni nada! ¡Es: esto, esto… y esto!
P- ¿Era la tita Lola?
R- Sí ¡Era muy cruda para decir las cosas! Y ya te digo… estaba yo en el colegio. Es que la tita era muy cruda para decir las cosas… porque yo, el primer año que no me echaron nada los Reyes… ¡Yo me di una panzá de llorar que no se lo puede imaginar nadie! Porque a mi me traían muchas cosas los Reyes todos los años, y ese año no me trajeron nada, y yo venga llorar, y decía mi madre: “Eso es que no se han acordado, eso es que no se han acordado, cómo ya vivimos en otro sitio, pues se han pasado de largo”
P- ¿Ese fue el primer año en que no llegaron los Reyes?
R- A mi casa no, a mí no, a mí lo último que me echaron los Reyes, que fue con ocho años y que fueron los libros de Pipo y Pipa, que son esos que tenemos ahí, los dieciséis cuentos esos…
P- ¿Y que decía la tita entonces?
R- Pues, que cómo yo daba tanta tabarra con los Reyes… Con los Reyes… Y que ya han pasado los Reyes…. Y que no me han dejado nada… Y ya hasta el año que viene… Que tengo que estar esperando… Que si patatín… Que si patatán… Y un día va mi hermana y me dice: “Mira, ni Reyes ni nada… ¡Que los Reyes no existen!
P- ¡Coño con la tita! Jajá, jajá.
R- Jajá, jajá. Y siguió: “¡Y no des ya más la tabarra con los Reyes! ¡Con la niña… y los Reyes! Jajá, jajá.
P- Jajá, jajá. ¡Es que no veas, que malafollá tenía la tita Lola! Ya me acuerdo yo de niño… Jajá, jajá.
R- “¡Y te callas ya!
P- Jajá, jajá Y entonces esos fueron los últimos ¿Los de Pipo y Pipa?
R- Si… los últimos… tenía ocho años. Que tenemos la colección entera.
P- Es que son unos cuentos muy especiales, que te regalara algo para leer… y esos cuentos, en vez de una bicicleta u otra cosa, nos retrata muy bien la personalidad del abuelo, que regalara… para leer.
R- ¡Es que yo con cinco años leía en el periódico! Es que cuando yo fui al colegio ya sabía leer y escribir, yo empecé a ir al colegio con cinco años y ya me había enseñado mi padre, y mis hermanos ninguno había ido al colegio, ni la tita, ni el padre de los primos… que lo preparó mi padre para contabilidad, que los libros de contabilidad los tiene el primo Jóse en Madrid… los libros de mi padre, y tiene también ese… que leíamos tanto… ¡El Quijote!, lo tiene él también.
P- ¿El Quijote del abuelo?
R- Si… y los libros de contabilidad ¿No sé si ya habrá tirado los libros?
P- ¿Los tendrá todavía? ¿Y son los libros suyos? ¿Los que él escribía de su puño y letra?
R- No… era cómo una enciclopedia…libros, libros.
P- ¡Ah! Es que… cómo estamos siguiendo el rastro de cosas de él, yo pensaba que eran libros manuscritos de él.
R- No, son los libros con los que él aprendió… para aprender contabilidad.
P- ¿Y te acuerdas cuando te echaron los Reyes los cuentos de Pipo y Pipa? ¿Te dijo algo el abuelo? ¿Te los leía?
R- Me los enseñó… bueno… lo único, es que a mí me hizo mucha ilusión… ¡Bueno! ¡Era la envidia de todo el colegio!
P- ¿Ah? ¿Sí?
R- ¡Bueno! ¡Cuando yo llevé los libros! La profesora y todos… la maestra… cómo le decíamos. La maestra los alabó mucho, decía que eran muy bonitos, muy bonitos… le gustó mucho ¡La envidia del colegio!
P- ¡Hasta que te los hicimos pedazos nosotros! ¡Tus hijos! Jajá, jajá.
R- Eso mismo, ¡Mira que siempre he tenido yo cuidado! ¡Los he sacado para que los vean y ya está!... Pero… Uno tira de un lado… Otro tira de otro…
P- ¿Pero están bien? ¿No?
R- Están… en condiciones…
P- Bueno… Hemos estado hablando con la novia del primo… con Amparo, que es restauradora, pues para eso, para ver si algún día los restauramos… ¡Pero están muy bien conservados! Tienen la huella del paso del tiempo… pero están bien. Y además ¡Está la colección entera! Que lo estuve mirando en Internet…
R- ¡Dieciséis!
P- La colección entera que se editó en su día…
… continuará
R- Pues, porque no había agua en la casa, sólo había agua para gastar para fregar y todo eso, pero agua para beber…
P- ¿Pero antes si teníais?
R- Teníamos porque venían y nos la traían, y ahora teníamos que ir nosotros.
P- Claro, eso era una afrenta ¿Y cómo esas?
R- ¡Cómo esas muchas!, la tita decía: “Yo no voy, yo no voy, yo no voy a por agua ¿Yo con el cántaro en la cadera? ¡Yo no voy a por agua!” y decía mi madre: “Pues yo si que no voy que soy tu madre, tienes que ir a por agua” y claro… mi prima y yo las pobres… íbamos las niñas… Al final, íbamos mi prima y yo, mi prima tenía tres años más que yo y yo tenía nueve años, y yo decía: “¡Con razón me duele aquí!... claro, con el cántaro en la cadera, que ¡Desde el Puente de la Virgen a Las Eras, a la calle… ahí donde está… donde vivían los primos de niños!, pues ¡Fíjate tú si había trecho! Y a lavar, venía una mujer a lavar a la casa, y después lavábamos mi prima y yo, y me acuerdo que un día, ya que teníamos los calcetines lavados, los calcetines míos y de mi prima y medias de mi hermana y de mi madre, y ya que los teníamos lavados ¡Cogí los calcetines y los tiré por la acequia abajo! Mi prima chillaba: “¡Ay! ¡Que no tenemos otros que ponernos! Y yo le decía: “¡Que no quiero calcetines negros! ¡Que no quiero calcetines negros! Jajá jajá…
P- ¿Por el luto?
R- ¡Claro!, jajá jajá… y me acuerdo que se metió la pobretica de mi prima por la acequia abajo buscando los calcetines y las medias, y todas las mujeres que había allí lavando mirando a las dos chiquillas, mirando lo que traíamos liado, ¡Porque yo no quería calcetines negros! ¡Me descomponía yo de verme con los calcetines negros! Y luego ¡Hasta las primeras medias me las puse negras!
P- ¿Y de qué más cosas cómo esas te acuerdas? De que te hicieran el feo, o que de pronto cambiara la gente con vosotras.
R- Pues cambiaron de la noche a la mañana, yo tenía mi íntima amiga… que era Maruja Sánchez Diezma, que vivíamos así… el Ayuntamiento por medio y la farmacia aquí… D. Guillermo, que era el padre… y de la noche a la mañana… pues ibas al colegio, te sentabas en el pupitre, y mirabas para un lado y mirabas para el otro… y te encontrabas sola… que no te encontrabas a nadie…
P- ¿Y ese hombre era el farmacéutico?... que supongo era una persona culta…
R- Y en mi casa, pues ya te digo, yo creo que tendría que haber máquina de escribir, yo no me acuerdo bien, pero tendría que haber porque a mi casa venía la gente para que les escribiera mi padre cosas a máquina… tendría que haberla, es que no me acuerdo, no me acuerdo. De la radio sí, porque estaba yo delante cuando vinieron a llevársela, y alcanzaron todos los cuadros, nos tiraron todos los cuadros abajo y les levantaron las puntillas para ver si entre las láminas de los cuadros y los cartones había algo escondido, a ver si había algunos papeles. De eso si me acuerdo, ¡Vaya! ¡Cierro los ojos y es cómo si lo estuviera viendo ahora!
P- Claro mamá, porque eso impresiona a una niña, eso impresiona…
R- De ver todos los cuadros por allí tirados, que mi madre tenía muchos cuadros de santos, era la casa llena… de esos cuadros grandes de: San Antonio, de la Virgen del Carmen, de la Inmaculada, de San Pascual… ¡La casa llena de santos!
P- ¿Y también el de Pablo Iglesias?
R- También tenía mi padre de Pablo Iglesias… y… quemar mi madre… papeles… y quemar cosas… en el patio de la casa, en un caldero de… de esos de zinc, que eran los calderos que entonces había… ¡Allí sí vi yo quemar…! ¡De eso si me acuerdo yo! El padre de los primos y mi madre quemando de noche papeles en el caldero…
P- ¿Papeles? ¿Libros?
R- Yo recuerdo papeles, de eso si me acuerdo… porque… cómo a mi me echaban…
P- ¿Pero eso fue mientras el abuelo estaba ya en la cárcel? ¿O después de haberlo…?
R- Después, después. Porque cómo a mi me echaban… “¡Niña! ¡Que te vayas para allá, que tú no tienes aquí nada que ver!... Pero cómo me gustaba mucho escuchar y enterarme de las cosas… Pues yo me asomaba a una ventana que daba al patio y los veía a los dos allí quemando cosas… papeles de mi padre… se liaron y lo quemaron todo… porque daba miedo, además mi hermano estaba aquí de soldado, en Granada… y era muy comprometido, él hizo su mili en Sevilla, pero cuando la guerra lo volvieron otra vez a recoger y estuvo otra vez de soldado, entonces por lo menos se hacían dos años de mili, pero luego lo llamaron otra vez.
P- ¿Y amigos del abuelo que después vinieran…?
R- A la casa no vino nadie.
P- ¿Nadie?
R- Nadie… no.
P- ¿Y antes de que lo mataran? ¿Mientras que estaba en la cárcel?
R- Antes sí cuando estaba en… que se fue a la sierra sí…cuando se fue a la sierra sí venían amigos…
P- ¿Compañeros del trabajo?
R- No, del trabajo no
P- … ¿Amigos de él?
R- Vinieron dos, uno… un tal Zamorano y otro un tal Manolito…
P- ¿Manolito? ¿Te acuerdas del apellido?
R- No, Manolito y Zamorano, le decían: “Que te vengas hombre, que te vengas, que te vengas, que no sea usted tonto Sánchez”… que le decían de usted “Que no sea usted tonto Sánchez, si usted no ha hecho nada, lo único: que ha faltado al trabajo, que lo único es que está denunciado porque ha faltado usted al trabajo”… y el abuelo decía: “¡Es que no estoy de acuerdo! ¡Y cómo no estoy de acuerdo!”… y faltó al trabajo, y la denuncia fue por eso: por faltar al trabajo, pero ¡Cómo eran los que se querían quedar con el puesto que iba a ocupar mi padre! Pero que ya te digo… que… que lo pasamos muy mal, muy mal… ¡Yo lo pasé muy mal!... porque… eran amigas… la Virginia Sánchez Osuna, que es la tía del que hace ahora los nacimientos en Pinos Puente.
P- ¿El que hace los nacimientos?
R- Si, un belén muy grande que se mueve…
P- ¿Y cómo os organizasteis mamá, cuando el abuelo ya no estaba? Porque… ¿la comida, por lo que hemos visto en esas listas que hacía el abuelo, la compra del diario, la pedía él y os la llevaban a la casa? ¿Qué era una tienda? ¿Un almacén?
R- Una tienda, Los López, unos amigos de mi padre.
P- ¿Eran amigos del abuelo? ¿Te acuerdas del nombre?
R- No… ¿Pepe López…? ¿Antonio López, Manolo López? Todos tenían tiendas de comestibles en el pueblo.
P- Entonces allí era donde comprabais, esas listas son… allí lo encargaba el abuelo.
R- Iba mi padre y les llevaba la lista.
P- ¿Y cuándo el abuelo ya no estuvo?
R- Pues cuando el abuelo ya no estaba, lo poco que había en la casa se fue gastando… íbamos al perreteo de todas las mañanas, decía mi madre: “Mira niña, tráete medio kilo de papas, un cuarto litro de aceite… y así…
P- ¿Pero por qué? ¿Por qué ya no teníais dinero o por qué no os lo daban?
R- Porque ya no había dinero y ¡Quien iba a sacar cosas para luego no pagarlas!
P- Y en aquella época bancos… ¿El dinero en la casa? ¿No?
R- En la casa, lo poco que había se gastó y gracias a que los tíos del primo, el tío Miguel y el tío Pepe que estaban en Córdoba, cómo sabían que nosotros hacíamos matanza todos los años, pues nos hicieron una matanza ellos, nos la mandaron ya hecha embutidos, los jamones, el tocino… ¡Se portaron muy bien!
P- ¿Entonces aguantasteis ese invierno?
R- Ese invierno ya lo pasamos más mejor… luego ya la tita se colocó en la fábrica de gaseosas, yo hacía calcetines para los soldados.
P- ¿Hacías calcetines? Eso no me lo habías dicho ¿Cómo?
R- De punto, me hacía todas las tardes, cuando venía del colegio al medio día me hacía uno y por la noche me hacía otro y eran a un real o no se cuento que me lo pagaban, o te daban huevos…
P- Y eso ¿con qué edad era?
R- ¡Con diez años! Hacía calcetines, y luego cuando nos vinimos ya aquí a Graná pues las tías de mi prima cosían ropa para los soldados y a mí se me ha dado siempre muy bien hacer los ojales… desde niña.
P- ¡Porque has hecho muchos!
R- … muchos.
P- ¡Me imagino! ¡Porque uno no nace sabiendo hacer ojales!
R- Porque hacía vestiditos para las muñecas de las niñas y se los vendía.
P- ¡Ah! ¡Acabáramos! ¡Entonces sí!
R- ¡Pero eso desde que tenía ocho años! Y claro, vosotros no lo sabéis, pero antes los soldados llevaban unas polainas muy estrechas con muchos botones… y cuando salía del colegio ahí en Las Tablas… pues tendría… pues diez años, si… diez años, me iba yo a casa de la tía de mi prima que cosía para los soldados, ropa para los soldados en la Calle Mesones, que era donde íbamos a entregarla, y por las tardes le hacía yo los ojales a las polainas ¡Fíjate tú con lo que hacíamos los ojales de las polainas!, que nos daban las tiras de recortar las telas, que eran montones y montones de ropas de soldados, pues nos daban las tiras, y después de ahí sacábamos hilos y con ese hilo hacíamos los ojales, que era hilo del mismo color.
P- ¿Pero la tela de la ropa de los soldados es muy dura?
R- Una tela ¡Durísima! ¡Que te hacías las manos polvo para sacar el hilo y hacer los ojales!
P- Porque sería loneta de esa que aguanta muchos lavados.
R- Y al final, hacía yo una pila de polainas todas las tardes antes de irme a mi casa, salía del colegio y me iba directa allí.
P- ¿Dónde es allí?
R- A la Calle Fuentenueva que es donde… donde vivía la abuela de mi prima.
P- ¡Ah! Allí hacías las polainas y luego te ibas a tu casa.
R- … y hacía calcetines…
P- Otra fuente de ingresos…
R- Claro, porque cada una arrimábamos en lo que podíamos, mi madre la pobretica no salía a la calle.
P- ¿Por qué?
R- Porque no queríamos nosotras… con cuarenta y ocho o cuarenta y nueve años…
P- Yo te preguntaba, porque… salir a trabajar, entiendo que no saliera, pero salir a la calle a otra cosa…
R- Tampoco, nada, nada, nada.
P- Eso es lo que te preguntaba, te preguntaba por eso, lo de salir a trabajar entendía que no.
R- Nada, bajó las persianas y se secaron las macetas, no salía ni al balcón ni a regar las macetas… echó las persianas y las persianas no se levantaban.
P- ¿Pero ni siquiera a la calle para ir a misa?
R- Nada.
P- Porque me dijiste que los domingos iba a misa. ¿Ya no fue nunca más a misa?
R- Nada, nada, nada
P- ¿Nunca más?
R- Hasta que nos vinimos a Graná, en Graná si.
P- Pero, ¿Nunca más en el pueblo?
R- No.
P- ¿Ni una sola vez?
R- Ni una sola vez. Por eso, porque cómo lo estábamos pasando tan mal y de todas formas nos teníamos que buscar la vida de alguna forma… pues por eso fue venirnos a Graná, buscó mi hermano esa casa que pagábamos veinticuatro duros.
P- ¿Veinticuatro duros?
R- Sí… ¿Ciento veinte pesetas?
P- No sé, pero creo que sí… ciento veinte pesetas.
R- Y ya está, y así fuimos levantando cabeza
P- ¿Era mucho dinero?
R- Si… veinticuatro duros… pero estábamos en el centro de Graná, íbamos a todos los sitios andando… bueno… antes se iba siempre a todos los sitios andando. Y el padre de los primos los llevó al Albayzin… porque le gustaba mucho, a mí también
P- ¿Y de salud? ¿Cómo estaba la abuela de salud?
R- La abuela bien, la abuela no había ido nunca al médico hasta que se murió.
P- Y después de faltar el abuelo, durante ese tiempo más malo ¿Te acuerdas que estuviese enferma?
R- Nada, bueno… ella siempre había padecido de los riñones, yo me acuerdo que… ¿Qué es eso que le dan a las gallinas para darle calor? ¡Molluelo!... Molluelo.
P- ¿El molluelo qué es?
R- Pues lo que ahora está de moda ¡El pan integral! Jajá jajá.
P- ¡Ah! ¡La fibra! ¿El salvado?
R- Eso es lo que se le daba… me acuerdo yo de ver a mi padre y a mi madre, que hacían la masa aquella con agua caliente, cáscaras de patatas cocidas… y el molluelo y hacían masa y eso se lo ponían a las gallinas y ¡Ponían unos huevos!, porque dicen que les daba mucho calorcito… que ponían mucho, porque teníamos gallinas.
P- Pero ¿Por qué ha salido lo del molluelo y la abuela?
R- Porque cuando… cómo padecía mucho del… lumbago… de la espalda.
P- De los riñones has dicho antes.
R- ¡Eso, de los riñones! Y le dijo el médico, D. Felipe
P- ¡Te acuerdas de todos los nombres! ¿D. Felipe… que más?
R- D. Felipe Fajardo, ese era el médico.
P- ¿El médico del pueblo? ¿De Pinos Puente? ¿Sabes algo más de él?
R- No, sólo que era un hombre muy alto…
P- Pero te acuerdas de todo con nombres y apellidos ¡No todo el mundo es capaz! Te has acordado: Del médico, del farmacéutico…
R- Y resulta que le dijo: “Mira, haz bolsas, haz unas bolsas de tela, de lienzo, y coges y haces el molluelo con agua calentita, pero sin cáscara de patata, nada más que el molluelo, y calentito lo metes en las bolsas y te las pones”, y me acuerdo yo de ver a mi madre sentada así en la mercedora… porque entonces no había sofás, era las mercedoras… y me acuerdo de ella sentada con las bolsas de molluelo dándole calor en los riñones, porque… entonces no había bolsas de agua caliente, y luego ¡Fíjate! Murió de los riñones, pero ella… nunca… la primera vez que fue al médico fue cuando le detectaron lo del riñón, con sesenta y tantos años.
P- ¿Y vosotros… de niños?
R- Yo sí, yo sí era muy aplacada, yo siempre estaba con los Parches Sor Virginia que me llegaban hasta aquí… Jajá jaja.
P- ¿Los Parches Sor Virginia? ¿Qué eran?
R- Porque me resfriaba mucho de los bronquios… tuve pulmonía…
P- ¿Era cómo el Vicks VapoRub?
R- Eran unos parches colorados que me ponía mi madre, yo cuando iba al colegio me los escondía para dentro y luego cuando llegaba a la casa me los ponía más afuera… Yo me resfriaba mucho, yo siempre estaba resfriada, me ponían inyecciones, que venía… este… Paquito Rodríguez que era amigo de mi hermano, que era practicante y venía a ponerme las inyecciones a la casa.
P- Entonces, tuvisteis las enfermedades normales de los niños.
R- Las normales.
P- Es que durante la guerra, y en la posguerra hubo muchas epidemias y enfermedades, por la falta de comida, de higiene…
R- Bueno, a la tita Lola le dio el piojo verde, estando ya en la Calle Elvira.
P- ¿El piojo verde qué era?
R- Pues unas fiebres muy grandes, muy grandes, muy grandes…
P- ¿Qué era? ¿Cómo la sarna? ¿Tú te acuerdas?
R- Fiebres, unas fiebres… la mujer de Emilio… el del Bar Montañés, enfrente de la casa, pues a la pobre mujer le dieron esas fiebres, llamaron al médico, el médico enseguida denunció que era piojo verde, se la llevaron a San Lázaro… y allí se murió. Dicen que les daban unos baños de agua fría, ¿Sería para bajarle aquellas fiebres tan grandes? Y cómo entonces los colchones eran de lana y los somieres eran de lata… que no es cómo ahora, yo me acuerdo de la tita, que el sudor le calaba al somier y se enmohecieron los colchones… de las fiebres tan grandes que tuvo… ¡Pues ahí estuve yo y ahí estuvo mi madre… y estuvimos todos con ella, cuidándola, poniéndole paños de agua fría! No llamamos al médico…
P- ¿Callados, para que nadie supiera nada?
R- Sí porque era como el tifus, que se pegaba…
P- ¿Y cómo sabes tú que era el piojo verde? ¿Fue algún médico a verla?
R- Porque… porque decían: “¡Ay, la fulanica se ha muerto del piojo verde! ¡A la otra se la han llevado a San Lázaro! En seguida se los llevaban, porque era infeccioso, era contagioso, y entonces dijo mi madre: “¡Aquí no hay nadie malo! Jajá jajá… ¡Pues nadie malo! Nos turnábamos para ponerle paños de agua fría, para que le bajara aquella fiebre, no había ni termómetros ni nada, eran sólo… aquellos sudores, que era… que tenías que estar quitándole la ropa a cada instante, porque era… empapada en sudor, el pelo… todo… se le cayó casi el pelo un poco, era ¡El piojo verde que le decían!
P- ¿Y nadie lo pilló más?
R- No
P- ¿Y cuanto tiempo estuvo la tita con eso?
R- Por lo menos siete u ocho días con aquellas fiebres, y no lo pilló ninguno más, ni mi madre ni yo. A mí es que no me gusta hablar de enfermedades, pero yo… yo pillé una anemia muy grande, con nueve años… me bajó la regla.
P- ¿Con nueve años? ¿Es muy pronto? ¿No?
R- Con nueve años, ahora parece que la tienen más tarde, pero antes se tenía más pronto, yo no sabía lo que era…
P- Te preguntaba porque me parecía pronto y leí en algún sitio, que un suceso emocional violento puede desencadenar que le baje la regla antes a una mujer.
R- Bueno… fue después de morir mi padre desde luego… Si.
P- ¿Seguro?
R- Si, seguro… vivíamos en Pinos Puente… y yo me asusté…
P- Entonces… el abuelo murió en verano y a ti te vino la regla… ¿Por aquel invierno?
R- A lo mejor por aquel invierno, pero… entonces resulta que yo, como no sabía nada… me dijo mi hermana: “Eso es un grano que se te ha reventado” Jajá, jajá. Y claro, yo asustada, ella me ponía… esto… pañitos de esos… bueno, no eran ni pañitos, porque eran trozos de sábanas viejas, les hacía mi madre los dobladillos y luego las lavaban, yo me acuerdo de ver todo aquello, tendido puesto al sol, de mi madre y de mi hermana, y claro, yo antes no sabía para lo que era, y luego ya… eso fue el primer mes, pero al segundo dije: “¡Ay, Lola! ¡Que se me ha roto otra vez! ¡Que se me ha reventado otra vez el grano! Y ya me dijo mi hermana: “¡Mira, que no es ni grano ni nada! ¡Es: esto, esto… y esto!
P- ¿Era la tita Lola?
R- Sí ¡Era muy cruda para decir las cosas! Y ya te digo… estaba yo en el colegio. Es que la tita era muy cruda para decir las cosas… porque yo, el primer año que no me echaron nada los Reyes… ¡Yo me di una panzá de llorar que no se lo puede imaginar nadie! Porque a mi me traían muchas cosas los Reyes todos los años, y ese año no me trajeron nada, y yo venga llorar, y decía mi madre: “Eso es que no se han acordado, eso es que no se han acordado, cómo ya vivimos en otro sitio, pues se han pasado de largo”
P- ¿Ese fue el primer año en que no llegaron los Reyes?
R- A mi casa no, a mí no, a mí lo último que me echaron los Reyes, que fue con ocho años y que fueron los libros de Pipo y Pipa, que son esos que tenemos ahí, los dieciséis cuentos esos…
P- ¿Y que decía la tita entonces?
R- Pues, que cómo yo daba tanta tabarra con los Reyes… Con los Reyes… Y que ya han pasado los Reyes…. Y que no me han dejado nada… Y ya hasta el año que viene… Que tengo que estar esperando… Que si patatín… Que si patatán… Y un día va mi hermana y me dice: “Mira, ni Reyes ni nada… ¡Que los Reyes no existen!
P- ¡Coño con la tita! Jajá, jajá.
R- Jajá, jajá. Y siguió: “¡Y no des ya más la tabarra con los Reyes! ¡Con la niña… y los Reyes! Jajá, jajá.
P- Jajá, jajá. ¡Es que no veas, que malafollá tenía la tita Lola! Ya me acuerdo yo de niño… Jajá, jajá.
R- “¡Y te callas ya!
P- Jajá, jajá Y entonces esos fueron los últimos ¿Los de Pipo y Pipa?
R- Si… los últimos… tenía ocho años. Que tenemos la colección entera.
P- Es que son unos cuentos muy especiales, que te regalara algo para leer… y esos cuentos, en vez de una bicicleta u otra cosa, nos retrata muy bien la personalidad del abuelo, que regalara… para leer.
R- ¡Es que yo con cinco años leía en el periódico! Es que cuando yo fui al colegio ya sabía leer y escribir, yo empecé a ir al colegio con cinco años y ya me había enseñado mi padre, y mis hermanos ninguno había ido al colegio, ni la tita, ni el padre de los primos… que lo preparó mi padre para contabilidad, que los libros de contabilidad los tiene el primo Jóse en Madrid… los libros de mi padre, y tiene también ese… que leíamos tanto… ¡El Quijote!, lo tiene él también.
P- ¿El Quijote del abuelo?
R- Si… y los libros de contabilidad ¿No sé si ya habrá tirado los libros?
P- ¿Los tendrá todavía? ¿Y son los libros suyos? ¿Los que él escribía de su puño y letra?
R- No… era cómo una enciclopedia…libros, libros.
P- ¡Ah! Es que… cómo estamos siguiendo el rastro de cosas de él, yo pensaba que eran libros manuscritos de él.
R- No, son los libros con los que él aprendió… para aprender contabilidad.
P- ¿Y te acuerdas cuando te echaron los Reyes los cuentos de Pipo y Pipa? ¿Te dijo algo el abuelo? ¿Te los leía?
R- Me los enseñó… bueno… lo único, es que a mí me hizo mucha ilusión… ¡Bueno! ¡Era la envidia de todo el colegio!
P- ¿Ah? ¿Sí?
R- ¡Bueno! ¡Cuando yo llevé los libros! La profesora y todos… la maestra… cómo le decíamos. La maestra los alabó mucho, decía que eran muy bonitos, muy bonitos… le gustó mucho ¡La envidia del colegio!
P- ¡Hasta que te los hicimos pedazos nosotros! ¡Tus hijos! Jajá, jajá.
R- Eso mismo, ¡Mira que siempre he tenido yo cuidado! ¡Los he sacado para que los vean y ya está!... Pero… Uno tira de un lado… Otro tira de otro…
P- ¿Pero están bien? ¿No?
R- Están… en condiciones…
P- Bueno… Hemos estado hablando con la novia del primo… con Amparo, que es restauradora, pues para eso, para ver si algún día los restauramos… ¡Pero están muy bien conservados! Tienen la huella del paso del tiempo… pero están bien. Y además ¡Está la colección entera! Que lo estuve mirando en Internet…
R- ¡Dieciséis!
P- La colección entera que se editó en su día…
… continuará
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