Hace unos días lei este texto, me gustó y creo que es un deber compartirlo aquí. También era el momento perfecto para colgar esta fotografía de nuestra madre, mostrando orgullosa en sus manos la declaración de reparación y reconocimiento a su padre, nuestro abuelo José Sánchez Castillo
PERDÓN E INSCRIPCIÓN
Por Celia Amorós
En el suplemento Babelia de EL PAÍS del 15 de Enero de 2011
En España la Ley de la Memoria Histórica no ha llegado a suscitar un debate de ideas profundo y riguroso. Sin embargo, su enjundia y sus implicaciones requieren una seria reflexión interdisciplinar. Una reconstrucción histórica de la retícula de conceptos implicados en este género de memoria: perdón, olvido, rencor, venganza, compensación, justicia, clemencia… Freud instituyó una distinción entre los conceptos de duelo y melancolía que puede ser pertinente en este contexto. Para el fundador del psicoanálisis, el duelo hacía referencia a una aflicción del sujeto por la pérdida de un objeto amado en el cual este sujeto era consciente de la dimensión de su pérdida y entraba en un proceso de elaboración psíquica de la misma orientado a cerrar la herida que le habría producido.
En la melancolía, por el contrario, el individuo se instala en un estado de ánimo en el que no puede salir de su desolación porque le faltan los contornos precisos del referente de su pena. El autor de Duelo y melancolía relacionaba el estado de ánimo melancólico con un “registro de objetos perdidos” que no se recuperarán jamás porque, en rigor, se diluye para el sujeto la precisa entidad y significación de los mismos. No puede identificarlos y, en consecuencia, se debate en un proceso que Hegel llamaría de “mala infinitud”… Pues bien, es importante para quienes han sufrido desgarradoras pérdidas, si es que han de entrar en un proceso de duelo y no verse sumidos para siempre en la melancolía, que el objeto perdido se inscriba simbólicamente en orden a contrastarlo emocionalmente. La posibilidad del perdón se encuentra de algún modo íntimamente unida a esta inscripción que posibilita el duelo. Si la devastadora melancolía no ha de tener la última palabra, hay que relacionar al muerto con su sepultura que, como lo afirma Hegel, lo rescata de las garras devastadoras de la mera naturaleza y lo promociona al nivel de la conciencia y de la cultura. El enterramiento de los muertos se considera significativamente un índice en el proceso de hominización. Para consolarse en lo posible de la muerte del difunto hay que saber al menos dónde está o dejó de estar lo que debería estar: recorrer los contornos de su hueco. Sólo así puede reconducirse la mala infinitud a la finitud y la melancolía transmutarse en un proceso de duelo.
Gilles Deleuze afirmaba que en las sociedades etnológicas acéfalas la deuda debe ser grabada en los cuerpos para volver a los hombres capaces de alianza. Así, pues, para conmutar ofensas hay que constatar y contrastar inscripciones. Es como si nos encontráramos con leyes psíquicas y culturales objetivas que los decretos humanos, aunque invoquen razones políticas pertinentes en determinado momento histórico, no pueden conculcar a su arbitrio. El punto final –Alfonsín en Argentina debió aprenderlo amargamente– no se puede poner donde uno quiera. Sólo lo posibilita o lo impone la estructura del texto.
Amelia Valcárcel. La memoria y el perdón. Herder – Barcelona 2010. 142 páginas
No hay comentarios:
Publicar un comentario